16.1.06

Tristeza

Una habitación sin puerta, 1.60 mts. de ancho por 3 mts de largo, baldosas flojas, paredes de madera con el techo muy bajo, botellas de gaseosa cortadas al medio como improvisados floreros, velas de utilería rodeando el cajón. En la pared brilla "vivir siempre rascando la olla" Así vivimos. Expulsados de un sistema que se ofrece el paraíso pero sin oportunidades de acceder a él; primero el sistema se encarga de matar a nuestros pibes de hambre o de enfermedades que son curables, si sobreviven, los matan a palos los sicarios del poder y ahora, el sistema se perfeccionó de tal manera que los mata de tristeza.
La empuñadura mostraba signos de un incendio que no llegó a consumirla; había sido lo único que se salvo de la antigua casa. Pasaron cinco años, tal vez más, pero el arma seguía ahí. Hacía calor, un beso a la vieja encendiendo el último pucho. Se metió en la habitación aturdido por el silencio de la casa, tuvo tiempo de mandar un mensaje de texto a sus hermanas, apagó el cigarro y se fue. "Los quiero a todos" gritaba el mensaje.
¿De que se trata esta locura, esta tristeza inmensa que atrapa a nuestros pibes, este silencio que agobia y mata? Un padre vencido por la pena contemplaba la cara de su hijo, ya muerto. Se preguntaba y repetía ¿por qué? ¿por qué?
Este sistema tan ocupado en disfrazar la miseria nos tiene ocupados "rascando la olla", tratando de sobrevivir; mientras tanto nuestro pibes se mueren envueltos en mantas de silencio y soledad. Es hora de decidirse. Hay que hacerse cargo. O miramos impávidos como se mueren, cada día, en silencio, nuestros pibes o empezamos a gritar bien fuerte ¡ya basta!