9.6.05

VEINTIDOS


Sentía frío. La noche se mostró implacable y el ultimo laburo le salió mal. No pudo hacerse de esos mangos que necesitaba y tuvo que salir corriendo por el fondo de la casa, saltando el alambrado y pateando al perro que se la daba de guardián.
Después nada nuevo, termino la petaca que lo abrigaba y le daba confianza, guardo el veintidós en la cintura, en la espalda, y continuó por la avenida, transpirando. Un patrullero paso, veloz, en dirección contraria. Ni siquiera lo miraron.
Pensó que no había empezado bien la noche pero que la iba a terminar con el bolsillo caliente, miró a su alrededor - la avenida estaba desierta- y se mandó para la estación de servicio. Pateo la puerta y el veintidós le bailaba en la mano, apuró al encargado y se llevo todo lo que había en la caja. También se llevó un paquete de guaymallen y unas galletitas dulces para que coman los pibes con el matecocido de la mañana. En la primera esquina entró y se perdió en la oscuridad. El patrullero volvió por la misma avenida y lo encontró al doblar la noche; venia cebado y, perdido por perdido, vació el tambor contra la truya. Sintió frío, pensó en los pibes disfrutando los guaymallen de chocolate y cerro los ojos con una sonrisa sin paz.

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