7.3.06

Burzaco

Burzaco

El pibe andaba arrastrando sus zapatillas rotas y su tiempo, atado a hilachas de pegamento que goteaban de su boca. El andén le quedaba chico, zigzagueaba sin darse cuenta camino a cualquier lado. La noche cerrada de la estación lo ocultaba de tanta pulcra sociedad berreta. Llevaba puesta soledad en sus trece años y locura epoxi en su cabeza. Enfilo para la boletería creyendo encontrar monedas de dadiva que le sirvan para comprar calor en latas de solventes. Chocó con una señora que salió corriendo gritando cosas de su bolso o algo así. No entendía bien lo que pasaba a su alrededor. La formación que entraba en el andén le peino la suerte y el vientito lo empujo del otro lado, pegado al puesto de panchos. Más tarde un tipo corpulento, o eso parecía, lo agarro de la espalda, le gritaba sin parar, estaba aturdido, inmóvil por tanta vida en el filo, sin entender. De pronto se encontró en una habitación pequeña con olor a faso y a meo. Sintió frío y se dio cuenta que no tenia la remera del Sanma puesta. Por la ventana vio a una mujer mayor salir del cuarto de al lado y atrás de ella al tipo grandote. Entró a la habitación y le dio una patada que lo tiro detrás de la silla, sin mas palabras lo agarro de la espalda y lo metió en el baño, le agarro fuerte la cabeza, quería sacárselo de encima pero no podía – pendejo de mierda no te quiero ver más por mi estación- al mismo tiempo le agarro fuerte la cabeza y se la hundió en el inodoro, el peso del tipo era demasiado grande, lo sostuvo con una mano y con la otra tiro la cadena. Cuando el pibe dejó de patalear lo levantó, le puso la remera azul y le dio una patada en el culo diciéndole que se fuera.
La señora, el pibe, el gendarme, los que miraron sin ver, todos son reales.
La miseria, la impunidad, la locura, también.


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